¿Cómo mides el tiempo?, en horas de incertidumbre,
en meses de encierro,
en tuits y whatsapps compartidos,
en planes cancelados,
en zooms tan hartantes,
en casos confirmados,
en cubrebocas usados,
en tapetes sanitizantes,
en panes horneados,
en curvas no aplanadas,
en pruebas realizadas,
en personas recuperadas,
en familiares con miedo,
en pacientes con secuelas,
en colegios reabiertos,
en mensajes a los médicos,
en vacunas aplicadas,
en desinformación propagada,
en antivirales ya probados,
en recomendaciones dadas,
en estudios publicados,
en rutinas recuperadas,
en nuevos hobbies aprendidos,…¿o en dÃas?
Porque sin duda, la pandemia por COVID-19 no puede ser medida en años. En minutos, segundos y hasta en dÃas, pero en años no. Es demasiado pronto. Hacerlo serÃa un intento demasiado simplista, una aberración insultante, especialmente hoy, cuando todo esto sigue tan fresco.
Ha sido tanto lo vivido, y lo sentido, que encapsularlo en frascos de años se siente inadecuado. Como tratar de rellenar un tubo de pasta dental luego de haber sido desparramado. TodavÃa hay que digerirlo con calma, a cucharadas, no de un bocado; el sólo hecho de pensarlo me hace sentir nauseas, sentirme atascada, atragantada. Finalmente esta pandemia la vivimos dÃa a dÃa, para muchos, esa fue nuestra mejor estrategia.
Y es que, al menos para mi, esa técnica, robada de los programas de AA para la rehabilitación de adicciones, es la que me permitió enfocarme sin perder el contexto, y no sentirme aplastada con lo que pasaba. Especialmente en un inicio, cuando lo único seguro era la incertidumbre. Vivir dÃa por dÃa me mantuvo a flote.
Asà que hemos llegado a 730 dÃas de pandemia. 730 dÃas de dolor, de trabajo, de compromiso, de frustración, de aprendizajes, de análisis, de errores, de aciertos, de predicciones, de avance, de riesgos y de toma de decisiones. Tantos dÃas como sus respectivas noches; que con dedicación, las convertà en 107 textos, 62 entrevistas a especialistas, 69 pláticas y conferencias, 11 coberturas para medios escritos, 121 para radio y televisión, 33 infografÃas y videos informativos, 4 artÃculos cientÃficos y 1 cuento infantil. Una labor de la que estoy sumamente satisfecha, pero especialmente agradecida.
Se dice que la historia se entiende desde el futuro, y no me cabe duda. Ni el mejor futurista hubiera podido ni bromear aquel 11 de marzo de 2020 que 730 dÃas después, seguirÃamos en esto. Claro que estando en otra etapa y con otros pronósticos, pero el virus sigue hoy matando a miles de personas, siendo un gran riesgo para muchos y dejando secuelas persistentes a su paso. No hay duda que aunque hemos retornado a actividades cotidianas, esenciales y recreativas, aún hay mucho trabajo por hacer.
Al escribir este texto mi primer sentimiento es la nostalgia. De mucha melancolÃa, tristeza y frustración. Nos dimos a conocer en la pandemia. No miraré a varios de la misma forma. La emergencia hizo que mostráramos nuestras mejores cualidades y peores fallas. Lo que sÃ, es que siempre queda la duda de si hubiera podido hacerlo mejor, diferente. Pero el hubiera no existe.
Sin duda me invade un mar de gratitud. Esto no lo hice yo sola. Estoy agradecida infinitamente con mi familia, mi esposo, papás e hijos; también con tantos viejos pero sobre todo nuevos amigos, colaboradores, cientÃficos, médicos, de los cuales he aprendido mucho y con los que haciendo equipo entendimos cómo servir mejor a la ciencia y a la sociedad, gracias por su generosidad. A los grupos y asociaciones como VacunateYa, ThisIsOurShot, WeTweetScience, Red Mexicana de Periodistas de Ciencias, Patronato de la Facultad de QuÃmica, AMMCCyT, Weizmann México y Somedicyt por tenerme entre sus filas y multiplicar los esfuerzos de cada una de las partes. Además, un reconocimiento a los colegas divulgadores y periodistas de ciencia y a todos los reporteros que han buscado darle voz a la evidencia cientÃfica y contexto a las notas para ayudar a cuidarnos mejor, gracias por su apoyo y por su generoso espacio; a Enlace JudÃo, Radio13Digital, a CDInforma y otros más, por abrirme las puertas y permitirme llenarlos de mis ideas. Y especialmente, gracias a todos quienes me han escrito a través de redes sociales, por confiar en mi, por hacer preguntas, darme crÃticas, pedir recomendaciones, mandarme palabras de aliento e incluso abrir conversaciones que siempre son importantes. Gracias por su confianza. Pero sobre todo un GRACIAS de pie a los trabajadores de la salud y a los cientÃficos que hacen ciencia: por ser la luz y guÃa para la humanidad.
Pero acompañando mi gratitud tengo un gran sentimiento de esperanza. Los 730 han sido agridulces, pero también llenos de lecciones y aprendizajes que espero perduren. Hoy sabemos que somos una humanidad más fortalecida, más interesada en la ciencia, mejor comunicada y mejor capacitada para utilizar las habilidades y herramientas adquiridas para enfrentar retos inminentes como el cambio climático y posibles nuevas pandemias.
Los vÃnculos creados no van a desaparecer, la madurez y resiliencia tampoco. Quizás muchos borraremos ciertos dÃas de los 730 transcurridos para siempre, de nuestra memoria. Será inevitablemente un mecanismo hacia la tranquilidad, aceptación y resignación. Pero lo que sÃ, es que la memoria por los millones de fallecidos perdurará por siempre. Y en su nombre debemos vivir; celebremos la vida y procuremos nuestra salud, la salud global, la de nuestro entorno y de nuestro planeta. Ya entendimos que no estamos solos y que la interrelación e interconexión es nuestra sentencia. O buscamos la salud planetaria o no alcanzaremos salud plena.
Y es inaudito que a pesar de los 730 dÃas de peste, desgraciadamente hoy somos testigos del jinete de la guerra, invadiendo las pantallas y todos nuestros corazones. No pierdo el optimismo y quiero pensar que como humanidad aprendimos a ser mejor. Más sensibles, menos egoÃstas, menos apáticos…más humanos.
Lo que sÃ, es que los dÃas de pandemia se irán agotando. Hacia allá vamos. Pero no porque los dÃas podrán referirse como años, debemos olvidar que la lucha por la supervivencia fue nuestro motor, y que ese sentimiento por la conservación de la vida tiene siempre que reinar.
Gracias siempre.