Cuando el calendario indica que es Septiembre se viste nuestro patriótico corazón de verde, blanco y rojo; pensando dónde veremos el grito, con quién compartiremos el pozole y cómo será la pachanga; sin duda a los mexicanos nos encanta celebrar y qué mejor excusa que festejar nuestro México independiente.
Pero al comenzar el noveno mes, y aun que muchos no lo admitamos, nuestra memoria se remonta a los temblores que han marcado la historia reciente del país. Recordamos en especial las dos sacudidas que coincidieron el mismo 19 de Septiembre con exactamente 32 años de diferencia.
Sin duda, los sismos son parte de nuestra identidad, hemos crecido con y a pesar de ellos; por lo que es fundamental conozcamos los conceptos primordiales que de ellos emanan. Sobre este tema, la Doctora Xyioli Pérez Campos insistió comentando en una plática que “la población debe comprender para hablar correctamente de estos fenómenos, no es lo mismo hablar de magnitud que de intensidad, parecieran sinónimos” pero para la Jefa del Servicio Sismológico Nacional es importante recalcar la gran diferencia.
Con la magnitud se indica la cantidad de energía que la tierra libera durante el movimiento, es una medida cuantitativa que se obtiene de cálculos matemáticos de los máximos de amplitud de onda que se registran con la aguja del sismógrafo tomando en cuanta la lejanía con el epicentro (que es el lugar donde se origina el movimiento telúrico). Anteriormente se usaba la escala Richter; la cual indicó 8.1 para el sismo de 1985 y 8.2 para el del 7 de Septiembre de 2017, sin embargo hoy se utilizan otras escalas más precisas como la Mw. Según datos históricos; el mayor sismo de los últimos siglos en México ocurrió en 1787, antes de la Independencia, y dañó Palacio Nacional.
Por otro lado, con la escala de intensidad se dimensionan los daños o efectos causados al hombre y a sus construcciones; es una medida cualitativa. Así, un sismo de alta magnitud en un desierto sin poblaciones ni construcciones tendría baja intensidad por provocar casi nulos daños.
Los temblores son movimientos de las placas tectónicas que como piezas de un rompecabezas no perfecto conforman la corteza terrestre. Estas placas, al acomodarse, liberan energía que viaja en forma de ondas. En mecánica, existen dos tipos de ondas: las longitudinales que se propagan a lo largo del deslizamiento; de forma paralela, haciendo un movimiento ondulatorio casi imperceptible. Y las ondas transversales que viajan de forma perpendicular provocando un movimiento trepidatorio, de subida y bajada, que ocasiona los grandes derrumbes. Casi todos los temblores cuentan con componentes de ambos tipos de ondas.
Si bien aun no existe tecnología que nos permita predecir los temblores, es importante saber cuáles son las adecuadas medidas de seguridad ya que vivimos en un país con gran actividad sísmica.
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