La anhelada paz, la que año con año deseamos y que en los cánticos tanto ansiamos, había que ponerla en el contexto del pragmatismo para permitir que hoy, a 41 años de la firma con Egipto, y a 26 años del acuerdo con Jordania, Israel pueda aliarse con los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y aspirar a una colaboración entre vecinos que fortalezca a ambas naciones.
El significado de paz del que estamos siendo testigos hoy habla “de voluntades para cooperar, encontrar formas de trabajar en conjunto”, indicó la directora general del Ministerio de Ciencia y Tecnología israelí, Shai-Lee Spigelman. Y es que la colaboración en el campo de la ciencia es precisamente uno de los pilares en la construcción del conocimiento; y ahora, esta nueva alianza, parece ser tan entusiasta que irá más allá de la altitud atmosférica. En sus pláticas de fines de agosto, ambos países estudiaron la posibilidad de realizar una misión conjunta al espacio. “Este es el principio de una bella amistad”, concluyó Spigelman en su visita a Abu Dabi.
Y claro que es de esperarse que las consecuencias de este pacto histórico, entre países que se pensaban enemigos, vayan más allá del establecimiento de un embajador representante en cada una de las capitales. Esta nueva etapa para la historia del Medio Oriente incluye beneficios que se verán reflejados en muchos aspectos de las vidas de los ciudadanos; pero de manera especial, el ámbito científico.
Siendo ambos países de la misma región geográfica, los recién amistados comparten problemáticas y retos demasiado semejantes. Mucho que compartir en temas de seguridad alimentaria, en tecnologías de agricultura y obtención de agua, en exploración de zonas arqueológicas que relatan las mismas épocas y similares historias, en comprender mejor las ciencias del desierto, en las energías nuevas, en ciberseguridad, especialmente en inteligencia artificial, en ciencia cuántica y evidentemente en las misiones espaciales.
Hace poco más de un año, SpaceIL lanzó la sonda israelí Breeshit con la esperanza de alunizar y ponerse en el mapa de la exploración espacial con la primera nave no gubernamental. Si llegó, no exactamente como se había planeado, pero al menos dejo un sin fin de tardígrados en la superficie lunar como evidencia de su arribo. Por su parte, luego de escasos 6 años de trabajo, los EAU lanzaron en julio una ambiciosa misión a Marte. La sonda Hope, haciendo alusión a su nombre, llegará a la superficie marciana justo para el aniversario 50 de esta joven nación.
Es de suponer, que aunque las relaciones diplomáticas entre los dos países no eran hasta ahora públicas, ya había desde hace tiempo intereses entretejiéndose, equipos formándose y muchos objetivos alineándose. Según escribió Elizabeth Gibney en su texto para Nature, entre 2017 y 2019 hubieron un total de 248 artículos científicos co-escritos por autores de Israel y EAU, evidencia de estos lazos que se iban tendiendo a pesar del boycott.
Incluso, a tan solo unos días de la espléndida noticia oficial, días antes del acuerdo firmado en la Casa Blanca bajo el nombre de “Acuerdos de Abraham”, centros de investigación de estos dos países estrecharon un puente. En un acto virtual sin precedentes, el Presidente del Instituto Weizmann de Ciencias de Rehovot, el Prof. Alon Chen, y el Ministro de Industria Avanzada y Tecnología, miembro de la Universidad de Inteligencia Artificial Mohamed bin Zayed en Abu Dabi, Su Majestad Dr. Sultán Ahmed Al Jaber, firmaron un memorando de entendimiento para buscar intercambios académicos que vigoricen las investigaciones entre ambas Universidades, primordialmente en temas de inteligencia artificial.
De hecho, antes del acuerdo recién pactado, EAU estaba ya considerando ser parte del primer acelerador de partículas conjunto de la región, del que Israel, Pakistán, Egipto, Irán, Turquía, Chipre, Bahréin y la Autoridad Palestina son ya parte. El proyecto, ubicado en Jordania y llamado SESAME por sus siglas Synchrotron-light for Experimental Science and Applications in the Middle East habla de proyectos que van más allá de los conflictos territoriales; de iniciativas que las generaciones de este nuevo milenio están apoyando con miras al progreso, al avance de las sociedades. Sin duda tal como sostiene la ONU, “la ciencia tiene un papel en la construcción de paz”; no por nada existe el 10 de noviembre, Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo.
Sin embargo, la normalización llevará tiempo. Los estigmas tendrán que ir desapareciendo para ir logrando, aunque sea paulatinamente, que la paz construida llegue a ser sublime, que realmente se apegue al significado ingenuo de la palabra y deje atrás el halo utilitario que le rodea (y que la hizo posible). Porque como encontraron Oded Adomi Leshem y Eran Halperin de la Universidad Hebrea de Jerusalem, el significado de paz para unos no es lo mismo que para otros. En su estudio, 500 judíos israelíes describieron a la paz como sinónimo de armonía, justicia, igualdad y amistad, mientras que para el mismo número de palestinos de la Franja de Gaza, la paz es asociada con la terminación de la guerra.
Es sin duda imprescindible, en el camino de la búsqueda por la paz, encontrar un acuerdo en el significado mismo de la palabra. Hoy, sin duda, los emiratíes y los israelíes han hallado un consenso en su definición. Hoy EAU e Israel han firmado esa paz.
En estos días, que inicia el año nuevo 5781, deseo que sea un año pleno, colmado de todos los sinónimos de paz.
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