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La singular odisea del Vanadio mexicano

Actualizado: 4 sept 2019


Hablaremos de Andrés Manuel del Rio Fernández, del científico cuyo descubrimiento logró que luego de una larga confusión, México apareciera finalmente en la Tabla Periódica de los Elementos Químicos. Quizás de las primeras evidencias en el terreno de la ciencia sobre el complejo de superioridad del continente europeo sobre el Nuevo Mundo conquistado, un relato de modestia, ingenio y lealtad.

Andrés Manuel del Rio Fernández, nacido en 1764, estudió metalurgia y química analítica en España, su país natal. Más tarde, mientras continuaba su formación en Alemania, conoció al naturalista Alexander von Humboldt quien eventualmente llegaría a ser, aparentemente, su gran amigo. Su experiencia en el mundo experimental creció trabajando con químicos como Antoine Lavoisier, el padre de la química moderna durante el marco de la inminente Revolución Francesa.

Eventualmente, de regreso en España, Del Rio fue elegido director de la Cátedra de Minería y Metalurgia en el Colegio de Minas; puesto que le otorgó la oportunidad de viajar a América, a la Nueva España, y llegar finalmente al país que se convertiría en su verdadera patria: México.

Luego de su llegada a Veracruz en 1794, Del Rio se dedicó a organizar diversos cursos de mineralogía; desarrollar novedosos métodos para la exploración minera; expandir los horizontes académicos del país y algunas veces disfrutaba de colaborar en los trabajos del naturalista von Humboldt.

Un día, en 1801, Del Rio recibió muestras de plomo pardo proveniente de la mina de Purísima del Cardenal en Zimapán, Hidalgo. Al examinar este mineral, llamado actualmente vanadita, Del Rio concluyó que estaba frente a un compuesto formado por un elemento químico nuevo, un elemento nunca antes descrito; el futuro elemento 23. Entusiasmado, redactó sus descubrimientos y siguió investigando. Preparó varios compuestos notando que formaban sales de muchos colores, así que decidió nombrar, a este nuevo elemento metálico: Pancromio (“muchos colores”, según la raíz griega). Luego, notó que casi todos se hacían rojos al oxidarse, por lo que mejor se decidió por llamarlo: Eritronio (del griego “rojo”).

Ante la emoción, Del Rio dio una muestra a su amigo Alexander von Humboldt quien cruzaría con ella el océano y la llevaría a analizar a Paris. Sin embargo, para la decepción de Andrés Manuel, el químico Hippolyte Victor Collet-Descotils erróneamente concluyó que lo que había recibido de México no era ningún elemento nuevo, sino simplemente cromo contaminado. Humboldt comunicó la desafortunada noticia con asertividad a su amigo, confiando plenamente en el hallazgo hecho en tierras europeas; obviamente sin dudar que pudiera existir ni el más mínimo error en las conclusiones emitidas en el viejo continente. Andrés Manuel del Rio aceptó sin más remedio el informe, no tuvo opción mas que aceptar el fracaso.

Sin embargo, 27 años después, en Suecia, el profesor Nils Gabriel Sefström estudiando el mismo mineral, redescubrió el mismo elemento; y no teniendo aún ningún elemento de la Tabla Periódica con la letra “V” le asignó el nombre de Vanadio; en honor a la diosa escandinava de la belleza y el amor, Vanadis. Para la gran suerte de Andrés Manuel del Rio, ese mismo año, en 1830, el químico Friedrich Wöhler comprobó que el elemento Eritronium descrito por Del Rio era idéntico al recién nombrado Vanadio. Devolviéndole así el crédito al científico hispano mexicano pero manteniendo el joven nombre de Vanadio.

Un año después, y con el objetivo de reconocer el talento y modestia del descubridor original, el geólogo estadounidense George William Featherstonhaugh propuso en el American Journal of Geology, sin ningún éxito, cambiar el pueril y provisional nombre de Vanadio, a Zimapanio (por la mina de Hidalgo), Rio o Rionio. No hubieron cambios.

Andrés Manuel del Rio, testigo de este debate, reconoció haber renunciado fácilmente a su descubrimiento en 1803 y aceptó con humildad el reconocimiento por sus experimentos recalcando su único objetivo: el avance de la ciencia. Evidentemente el nombre no se cambio.

Del Río murió en 1849 luego de una sólida carrera académica, aportando las bases de instituciones como el Palacio de Minería y el actual Instituto de Geología de la UNAM y contribuyendo activamente a la vida política del naciente país: México independiente. Sus grandes aportaciones a la ciencia mineral y metalúrgica en México lo han puesto entre los científicos más reconocidos del país.

Sin duda la historia le re-otorgó el reconocimiento merecido por el descubrimiento del elemento 23, sin embargo, éste mantiene su nombre nórdico.

Así que la historia del Vanadio, mexicano de origen, difícilmente pudo exentarse de las influencias de sus tiempos. Su suerte fue consecuencia de haber sido descubierto en el México Colonial, en plena transformación hacia una nación independiente.

Nota final:

Un siglo después, en 1947, dos mexicanos, el físico Manuel Salvador Vallarta y el historiador Arturo Arnaiz y Freg solicitaron a la Comisión Internacional para la Nomenclatura Química que considerara recuperar el nombre de Eritronio para el Vanadio; sin embargo tanto tiempo había pasado que la alternativa no se consideró viable.

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