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El arte en tiempos de ciencia

Algunos mencionan al cambio climático con el enfoque de la economía, siguiendo los valores de empresas amigables con el ambiente como Tesla, Beyond Meat y Enphase Energy; otros, cuando comentan las noticias consecuencia de la volatilidad del clima, como la sequía en Australia, que derivó en los imparables incendios y finalmente terminó con las recientes tormentas y devastadoras inundaciones; o bien, cuando el encuentro es en un café con amigos y ya no te dan popotes; o en el supermercado que las compras van sin la legendaria bolsa. Desde la perspectiva que quieras, pero hablemos del cambio climático.


Los que comienzan estas conversaciones lo hacen usando diversos lenguajes; Greta Thunberg como activista, habla los viernes a través de sus extraordinarias huelgas escolares; los polempresario, como lider icadasgrús, que con sus creaciones buscan una forma de expresio en las temperaturas mientras tejen; han títicos, con sus polémicos comentarios en encuentros cumbres; Jeff Bezos, con generoso y enorme altruismo; las corporaciones, con los novedosos productos destinados a consumidores cada vez mas conscientes y exigentes; y los científicos, con hipótesis probadas, gráficas alarmantes y mediciones publicadas. Con el lenguaje que prefieras, pero hablemos del cambio climático.


Sin embargo, existe un lenguaje más subjetivo, más personal; una herramienta que aborda los sentidos, que en constante búsqueda encuentra la expresión estética, la disrupción y la reflexión. Donde la intención es provocar una conexión emocional que logra hablar a través del poder del arte. Esta es la traducción de la ciencia en colores y sonidos.


Un grupo de personas; varias mujeres y algunos hombres, han decidido abordar el calentamiento global con sus tejidos; han tomado como misión mostrar cómo los grados han fluctuado a través de sus coloridos hilos. Desde 2017, los voluntarios del Tempestry Project han designado un color para cada rango de temperatura y tejen cada línea con la hebra que representa los máximos grados Fahrenheit para cada día, de cierto año, de alguna localidad, usando datos de temperaturas registrados en plataformas oficiales. Estas largas y coloridas “bufandas”, que se asemejan a una gráfica de barras, han sido mostradas en museos y exposiciones de arte, han sido portadas por personalidades como Larry Fink, en el Foro Económico de Davos y por científicos, como la bióloga marina Joan Sheldon que tejió la propia en 2015 con temperaturas promedio desde 1600 usando una línea por año. Muchas, se han vendido al público en general, pero el objetivo reside también en la calma que el hecho de tejer provoca en los artistas, en el sentido de empoderamiento que el arte asigna cuando contiene un mensaje. El arte por el arte mismo. El arte que grita con sutileza.


En 2013, cuando Daniel Crawford era aún estudiante de chelo, creó la primera partitura que traducía datos numéricos en música. En su composición para cuarteto de cuerdas titulada “song of a warming planet”, cada nota musical representa el promedio anual de temperatura desde 1880 en el Hemisferio Norte, una nota por año. Cada instrumento interpreta la temperatura promedio de distintas regiones; el violonchelo lleva la de la zona ecuatorial, la viola la de las latitudes intermedias, un violín toca las latitudes más altas y el otro violín la del circulo ártico. Mientras se escuchan los 133 años de temperaturas ascendientes las notas van alcanzando tonos cada vez más agudos; claramente se escucha cómo la Tierra se ha venido calentado.


Otros ejemplos de traductores de información científica a placer estético son las obras del climatólogo Ed Hawkins con la animación computacional que se hizo viral “climate spirals” y la gráfica impresa minimalista “warming stripes”, donde representa datos numéricos en líneas de colores verticales. Por otro lado, la científica Jill Pelto usa sus acuarelas para ilustrar con imágenes concretas llenas de colores las impresionantes gráficas numéricas que produce la ciencia. También, importante mencionar las bellas instalaciones entretejidas de Nathalie Miebach, quien mezcla materiales e ideas para representar poéticamente conceptos científicos en esculturas.


Como dijo Emily Wilson, primera mujer en traducir La Odisea de Homero al inglés, finalmente “todas las traducciones son interpretaciones”. Así como traducir una obra de un idioma a otro; traducir datos científicos a notas musicales o a expresiones visuales se impregna de toque humano; y precisamente por ello, la expresión logra resaltar temas relevantes, explora intereses que crean vínculos, se compromete y reproduce el mensaje.


Con fotografías, pinceladas, hilos o palabras. Hablemos de cambio climático. Con el lenguaje que elijas; siempre habrá alguien que escuche y seguirá la conversación.

Usa el idioma que te nazca, pero hablemos de cambio climático.

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