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De mujeres y dualidades, de ciencia y liderazgo

Foto del escritor: Carol Perelman Carol Perelman

-Colaboración para WIZO


Hablemos de mujeres, de ciencia y de su intersección en el liderazgo; de pilares que nos guiaron y siguen alumbrando con su continua y brillante luz estos tiempos tan distópicos de pandemia. Porque fueron especialmente estos elementos los que nos mantienen enfocados, seguros y sobrevivientes en este año de tanta incertidumbre.


Fue así que nuestras mujeres supieron amalgamar las dinámicas que antes sucedían en distintos espacios y que al quedarnos en casa tuvieron que coincidir bajo un mismo techo. Fueron ellas las que como malabaristas cuidaron de nosotros tanto en lo individual como en el entorno familiar y el comunitario, procurando, con una entrega desbordada, el bienestar individual y común. Sin saber exactamente cómo, ellas encontraron armonía entre la angustia y la frustración, estrechando puentes y tejiendo vivencias indelebles para nuestros diarios pandémicos.


Todas ellas son líderes al buscar siempre el bien del prójimo. Aclaremos que quien aún conserva el perfil de un líder en su imaginario cultural, como ese personaje con múltiples seguidores abultándose detrás, se confunde con un simple pero exitoso pastor de rebaño; ya que según la definición ontológica, los lideres no tienen que ser populares, influyentes o lograr movilizar masas, no. Los líderes son quienes se dedican a garantizar el cumplimiento de los sueños y objetivos de los demás. Y es por ello que según esta definición, las mujeres son (somos) lideres por naturaleza. Porque aunque la ciencia aún no ha encontrado el gen asociado al cromosoma X, las mujeres buscamos interpretar a los humanos que nos rodean, y motivar en ellos el logro de sus metas. Las mujeres nos comprometemos con la felicidad ajena, con el triunfo de los demás anteponiéndolos sobre las necesidades propias. No hacemos mucho caso a las instrucciones de emergencia del avión y damos oxigeno a quien sea que le falte la respiración. Así tal cual son las madres, son las voluntarias. Créemelo. Mírate al espejo y reconocerás en ti eso de lo que hablo.


Posiblemente no sea casualidad que esas características de líder ontológico describen precisamente los nombres de las primeras lideres mujeres mencionadas en nuestra escritura más antigua, La Biblia. En que los calificativos son el símbolo de sus nombres. Así, Eva significa madre, origen; Rebeca es lazo, vínculo; Ruth es la amiga, compañera; y Ana, madre del profeta Samuel, es misericordia, compasión.


Y hoy frente a la pandemia, somos testigos de que sí existen las Anas presentes en las enfermeras y médicas velando exhaustas por la salud, las Evas en las trabajadoras esenciales que se expusieron continuamente al virus sin poder quedarse en casa, las Rebecas educando a millones de alumnos encerrados a través de las pantallas mientras atendían a sus propios niños en casa, y esas Ruths que atesoramos en quienes de forma personal nos llenan el alma: nuestras hijas, hermanas, madres, abuelas y amigas, que nos sostuvieron, y que extrañamos tener más cerca, pero que a la distancia supieron como apresurar las horas.


Pero además, tenemos mujeres en otros frentes, exponentes femeninas de la ciencia que encabezan grandes hallazgos abriéndose brecha en mundos dominados por hombres, y que con su talento y pasión han destacado por su aporte al manejo del nuevo coronavirus. La húngara Katalin Karikó, que desarrolló las vacunas de ARNm a pesar de que en 1990 le decían que su idea no tenía futuro; Sarah Gilbert, quién diseñó la vacuna de Oxford-AstraZeneca y decidió probarla en sus hijos; Emma Hodcroft quien se auto denomina feminista y habilitó la plataforma para monitorear las variantes del SARS-CoV-2 y otras, como la hija de inmigrantes judíos y Premio Nobel de Medicina Gertrude Elion cuya creatividad en la búsqueda de medicamentos hace que dos décadas después de su muerte, tengamos antivirales como el remdesivir para salvar vidas. Sumamente inspirador.


Y veo líderes en todas, las que desde trincheras visibles y luchas invisibles buscan el bienestar, la salud. Pero solo con voluntades no hay progreso. De qué sirve tener un gran motor si no sabemos a dónde dirigirnos. Y para ello, la ciencia, que incansablemente laboró de maneras inéditas, reorientando esfuerzos y concentrando las mentes más brillantes en una misma misión, nos brindó certeza y claridad. Fue la brújula más precisa en un mar de tormenta. La ciencia nos orientó e indicó el camino veraz. Y gracias a ella supimos cómo vivir de forma más segura, tuvimos la esperanza suficiente para ser pacientes y la fortaleza de esperar a que investigadores, académicos, consorcios e instituciones colaboren en absoluta sincronización para terminar con la emergencia y devolvernos la paz.


Es así que llegamos de nuevo a Purim, la fiesta de las máscaras cuando aún seguimos usando cubrebocas; a Pesaj, el momento de la liberación en que aún seguimos con encierros, y Shavuot, cuando recibimos los diez mandamientos y en que hoy debieran añadirse la sana distancia y el lavado de manos. Sin embargo, el momento en que estamos no es el mismo. El tiempo no es un circulo continuo sino más bien un espiral ascendente al infinito. Y la situación actual nos motiva. Vislumbramos con cierta alegría el fin un poco más cerca. Seamos optimistas al reportar que tenemos hoy más vacunados en el mundo que personas totales infectadas, que el paulatino regreso a la añorada tranquilidad es viable, y que aunque sin duda será una nueva normalidad, tenemos la habilidad de ajustarnos, de adaptarnos. Así, solo nos queda aceptar vivir con una continua dualidad, con pérdidas irreparables y lecciones valiosísimas, celebrando la vida al mismo tiempo que extrañamos lo que ya no es, valorando como nunca antes lo más importante y lo que decidimos que es esencial.


Y así es que un virus que parecía inicialmente lejano y al que nos referíamos en tercera persona, se volvió personal, cercano, invasivo. Hemos sido su cómplice, ayudándolo a propagarse y llevándolo a todas partes, hasta que entendimos que solo con nuestro comportamiento podíamos cambiar el destino. Asumimos nuestra responsabilidad. Y como guerreros experimentados encontramos la destreza para ser resilientes, robustos, comprobando el poder de nuestros actos. Y hoy, el que no usa cubrebocas no es por ignorancia, sino por incongruencia. El que no abre ventanas lo hace por rebeldía, no por no saber. Y el que decide no vacunarse atenta contra la integridad de todos, viola su propio derecho a la vida y a la salud.


Demos hoy un aplauso de pie, colmado de gratitud a la ciencia, por compartirnos los frutos de su rigor y habernos deleitado con el espectáculo público más espléndido jamás visto en su historia. Y una caravana especial a esas lideres, esas mujeres que tienes cerca y a veces olvidamos reconocer.


Por siempre salud, más ciencia y muchas lideres mujeres, como tu; que abren brecha, dejan huella, y que trascienden más allá de su contexto y de las circunstancias. Que hacen de lo ordinario algo extraordinario.












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